17 de marzo de 2008

Por Julián Varsavsky - Pagina/12


Hay quienes ubican el incierto origen del carnaval varios siglos antes de Cristo, durante los lujuriosos saturnales de la antigua Roma. Lo cierto es que el carnaval cobró auge en la Europa medieval, desperdigándose luego por el mundo a caballo de esa extraña necesidad humana de celebrar. Hoy no hay quizá lugar en el planeta donde no se realicen, con mayor o menor despliegue, estas fiestas con comparsas, agua y matracas. En nuestro país, una de las ciudades donde los chispazos de alegría del corso encienden el ánimo de grandes y chicos es Gualeguaychú. Allí, el carnaval se extiende normalmente desde comienzos del año hasta la primera semana de marzo, con coloridas celebraciones que se realizan todos los sábados en el segundo corsódromo más grande de Latinoamérica. Los orígenes del carnaval de Gualeguaychú también son complejos y llenos de vaivenes.

A principios del siglo XX surgieron en la ciudad los primeros corsos de carnaval que recorrían la calle 25 de Mayo, donde se improvisaban “plateas familiares” en la puerta de las casas. Una de las comparsas más célebres solía alcanzar los 500 metros de largo y estaba compuesta por soldados romanos montados en caballos blancos. Más tarde aparecieron las murgas y las mascaradas, y a mediados de los ‘70 llegó la declinación. En 1978 el dueño de un supermercado le dio nuevo impulso al carnaval, financiando una comparsa llamada Acorad con fines publicitarios. Como forma de sostener la celebración, se propuso entonces cobrar una entrada a beneficio de las comparsas, con la condición de que representaran a instituciones sin fines de lucro. El gran estallido carnavalero se produjo en 1981, cuando comenzó a prefigurarse hasta alcanzar su forma actual.Con los años el espacio de la calle fue colmado por la masividad de la fiesta, y en 1997 se inauguró un corsódromo que es el segundo en tamaño de Sudamérica, con capacidad para 40.000 personas y 500 metros de largo.

Detrás de cada comparsa hay un duro trabajo artesanal en el que 700 personas se reúnen en los talleres de trajes, carrozas y espaldares donde –por ejemplo– se bordan 16.000 lentejuelas y colocan 1500 plumas en un solo traje.

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